La doctrina de la reencarnación del alma
y de la múltiple vida del hombre
Muchas personas ignoran la doctrina de la reencarnación; pero investigaciones demoscópicas han demostrado que en Occidente el conocimiento
y hasta la creencia en esta doctrina va en aumento. En la República Federal
de Alemania, un 67% de los entrevistados ha oído hablar de la reencarnación, el 16% la creen posible y un 29%
demostraron interés. En los pueblos
de Asia la creencia de la reencarnación es parte esencial de su fe. Las iglesias cristianas (ya) no la enseñan. La Nueva Revelación demuestra que
Jesús habló a sus apóstoles de la reencarnación del alma. En escritos de personalidades cristianas de los primeros siglos se demuestra que la doctrina
de la reencarnación fue conocida en círculos limitados. El padre de la
Iglesia, Justino (muerto en 165 d. C.) contesta al hebreo Trifón en un excelente
diálogo, que ha sido transcrito y guardado, a la pregunta de éste sobre el
destino de las almas de los cristianos difuntos: que volverán a nacer con
un cuerpo nuevo. Orígenes, al igual que Tertuliano, Rufino, Clemente de
Alexandría, Nemesio, Sinesio, Hilario y Gregorio de Nisa afirmaban la doctrina de la reencarnación. Este último escribió: «Para el alma es una
necesidad natural purificarse paulatinamente a través de múltiples vidas». Rufino
aseguró en su carta a Anastasio que la creencia en varias vidas era comúnmente aceptada por los padres de la Iglesia y había sido transmitida entre
los iniciados como una tradición antigua. El doctor de la Iglesia, Agustín,
preguntó: «¿No habré llevado ya otra vida en otro cuerpo antes de que
entrase en el vientre de mi madre?».
El maestro de la Iglesia, Jerónimo, escribe en una carta a Demetrio que
entre los primeros cristianos la doctrina de la reencarnación había sido transmitida como tradición secreta para los elegidos.
Según investigaciones de Osthagen, la doctrina de la reencarnación fue
hecho aceptado en la comprensión de los dirigentes de las comunidades cristianas de los primeros tiempos. En el año 540 esto cambió rotundamente.
Durante el Concilio de Constantinopla, convocado y dirigido por el emperador Justiniano, en el año 538, la doctrina fue rechazada por exigencia del
emperador. Justiniano dominaba la Iglesia y llegó a encarcelar al papa. En
el año 543 el papa Virgilio -probablemente por coerción- confirma la
excomunión contra Orígenes, que había sido un defensor de esta doctrina.
Justiniano, por su parte, se sometió a la presión de las poderosas órdenes
monásticas considerándolo necesario para sus afanes políticos. A pesar de
estas medidas, en las cuales no se daba valor a la verdad, se conocía la
doctrina hasta bien entrada la Edad Media.
Aún en el siglo xx la doctrina de la reencarnación es conocida entre
los más altos niveles de la jerarquía católica, y no solamente conocida sino incluso considerada aceptable, como lo demuestran las manifestaciones de
Mercier, cardenal-primado de Bélgica en su libro Psicologiá.~ El cardenal
apunta como base de su opinión que el alma conserva el conocimiento de
su personalidad y que debe haber un eslabón final de las reencarnaciones
y luego declara: «En cuanto a esta doctrina, no vemos que la inteligencia
razonando por sí sola, pueda considerarla imposible o negarla. Un cardenal
de la Iglesia Romana no puede expresar más claramente su adhesión a esta
doctrina. Desde luego, él podía suponer que la gran mayoría de los creyentes que acepta obediente lo que la Iglesia oficial anuncia como verdad, no
llegaría a leer su libro.
Cuando Jesús dijo: «En la casa de Mi Padre hay muchas moradas»,
cuantos le escuchaban no podían sospechar lo que significaban estas palabras. La Nueva Revelación nos da una profunda comprensión como hemos
demostrado con las citas mencionadas. Pero Dios tiene aún más posibilidades para la purificación de las almas, una de ellas es la reencarnación del
alma dentro de otro cuerpo para pasar otra vida de prueba y para la evolución del alma. «Nadie podrá afirmar», se lee en la Nueva Revelación, «que
el perfeccionamiento se puede lograr ya en una corta vida en esta tierra,
para acercarse totalmente a Dios». (Gr XI, 26).
Aquí hay que tener en cuenta sobre todo los pueblos salvajes o
semisalvajes que han vivido sobre la tierra miles de años antes y después de
Jesucristo. Pero lo que se acaba de exponer, también se aplica a todos los
hombres en general. Según la Nueva Revelación la reencarnación se realiza
no solamente en esta tierra, más bien al contrario, la mayoría de las reencarnaciones ocurren en otros cuerpos celestes, también habitables, aunque
se dice que las condiciones reinantes allí, son muy diferentes y que un hombre de esta tierra moriría allí a los pocos minutos. Para los habitantes de
otros cuerpos celestes, el aire de la tierra representaría lo que para los humanos es el agua.»
Así que los hombres de otros mundos deben tener otras características
específicas para que puedan existir en aquel ambiente donde han sido enviados. (Gr VI 192, 8).
No se debe argüir que otros cuerpos celestes carecen de condiciones para
ser habitados, solamente porque las condiciones allí son distintas que las
de nuestro planeta.
La Nueva Revelación informa también que la doctrina de la
reencarnación, tal como se transmite entre los pueblos asiáticos, es muy adulterada.
Según la enseñanza de sus sacerdotes locales, un alma humana puede
reencarnarse en un cuerpo animal, pero esto no es cierto. El hombre -al contrario del
animal- así como al contrario de los pro-hombres u homínidos
se diferencia por la chispa divina dentro de su alma, y por lo tanto ésta
no puede reencarnarse dentro de un animal. La Nueva Revelación señala
que los pueblos de la Edad Antigua, como los griegos o los indios, creían
en la reencarnación. Pero, siguen las explicaciones, esta verdad conocida
por los primeros padres de la tierra ha sido adulterada y falsificada por
los maestros de los pueblos por razones de interés de éstos, instigados por
su avaricia, como más tarde los sacerdotes en su egoísmo y afán de dominio
alteraban la doctrina de la transmigración de las almas y para conseguir
grandes regalos y ofrendas proclamaron que las almas humanas se incorporen en los animales y que sufren mucho; de estos sufrimientos solamente
ellos -los sacerdotes- podrían liberarlos a base del ofrecimiento de sacrificios. (Gr X 22, 8). (Aquí tenemos una analogía a la costumbre de las
indulgencias como las utilizaba la Iglesia Católica en la Edad Media, que representaban una buena fuente de ingresos, aun en tiempos de Lutero.)
Por este modo se originaron el politeísmo, el paganismo y la creencia
completamente pervertida de la transmigración de las almas y miles de otras
estupideces desagradables. Aunque Dios ha enviado maestros veraces para
predicar entre el pueblo mal informado, poco han podido lograr, porque
el libre albedrío del hombre no puede ser limitado; porque sin esta libertad
el hombre sería un animal, hay que tener pues paciencia con la humanidad
y esperar que llegue a la luz quizás en otra existencia en otro mundo. Pero,
¡ay de los falsos maestros y falsos profetas que bien conocen la verdadera
enseñanza, pero por su avaricia y ambición no la transmiten al pueblo; ¡éstos sí que no escaparán de Mi ira y Mi juicio! (Gr X 23, 9-10).
Jesús reveló aún más detalles a sus discípulos referente a la
reencarnación. Ahora citamos algunas explicaciones de la Nueva Revelación.
«Quien de vosotros es capaz de captarlo, que sepa que también de otros
mundos, las almas se encarnan en esta tierra y también los hijos de la serpiente de esta tierra. Murieron una vez o varias veces, pero para lograr su
perfeccionamiento vuelven a asumir la carne.
Ya habéis oído muchas veces de la migración de las almas. El país
oriental todavía mantiene esta creencia. Pero su fe ha sido adulterada en el
sentido que predican la vuelta de las almas humanas en cuerpos de animales.
Pero esto no es cierto. De que un alma de este mundo se compone de elementos de los reinos mineral, vegetal y animal, elevándose hasta ser el
alma de un ser humano, esto ya lo he explicado y ocurre según un orden
fijado. Pero ningún alma humana, por más imperfecta que sea, volverá el
camino atrás, a no ser dentro del reino intermedio según la apariencia exterior para su purificación y mejoramiento. Si dicho mejoramiento se ha
logrado por lo menos hasta cierto grado y por falta de mayores capacidades,
no logra alcanzar ningún nivel superior, entonces esta alma puede entrar
como esencia espiritual en un cuerpo de otro mundo, o sea en su sustancia,
o si así lo desease volver a vivir en la carne de un hombre de la tierra,
donde podrá alcanzar mejor perfeccionamiento, para, finalmente lograr la
filiación divina. Del mismo modo, almas de otros mundos entran en la carne de hombres de la tierra para asumir las innumerables cualidades
espirituales que se necesitan para la filiación divina.
Como la tierra representa una gran escuela de formación, Yo tengo
tanta paciencia e indulgencia con ella. El que lo capte, que lo comprenda para
sí, porque es imposible que todos lo entiendan, y pueden captar los secretos
dei reino de Dios. Si encontráis a alguien con el verdadero espíritu le podéis
revelar estos secretos poco a poco; pero para este individuo solo, porque
Mi deseo es que cada hombre debe esforzarse en encontrar y cumplir Mi
Enseñanza.» (Gr VI 61, 2-6). (Dijo Jesús a sus discípulos:) «Puede que un
alma tenga necesidad de pasar mucho rato en su perfeccionamiento, pero
a pesar de ello, siempre conserva su propio yo y como tal es consciente
de sí mismo eternamente; lo que es más consolador que si un alma fuese
partida y entrase en otro individuo...». (Gr IV 243, 7).
«Se considera una gran desgracia en esta tierra, cuando alguien es
muerto. Pero en el Más f111á se considera una desgracia mil veces mayor cuando
un alma libre es obligada a volver a un cuerpo material, mortal y maloliente.»
Jesús dijo a un griego: «Mira, ahora vives en el vigésimo octavo cuerpo
celeste. Pero un tiempo casi indefinido has existido anteriormente como espíritu puro (antes de la caída de Lucifer, el autor), en todo tu ser y con
plena conciencia en el espacio infinito, junto con incontables otros espíritus, llevando una vida libre y disfrutándola con toda la fuerza. (Gr I 213, 1).
Con mi encarnación he abierto las puertas a la vida eterna, no sólo para
los que actualmente habitan la tierra, sino de igual modo para todos aquellos que han dejado de existir hace tiempo. Y muchos de los viejos
pecadores volverán a pasar un corto período de pruebas en la carne». (Gr VI 65, 2).
«Actualmente (en el tiempo de Jesús) viven personas en esta tierra por
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séptima vez y ahora en esta su séptima vida les va mejor. Pero aún habrán
de pasar por algunos otros cuerpos celestes, con una ligera envoltura corporal hasta que sean recibidos en la esfera pura del espíritu, lo que vosotros
podéis llamar el paraíso inferior, desde el cual hay muchos escalones hacia
el verdadero reino de los cielos.» (Hi II, pág. 446).
De todo esto podéis deducir claramente que a Dios le es posible llevar
a la verdadera vida y a la luz aún, a almas que puedan parecer a vosotros
perdidos porque Su camino es inescrutable.
«Todo esto os lo he demostrado a vosotros (a los apóstoles, el autor),
porque vosotros tenéis la capacidad de comprenderlo, pero no hay que transmitirlo a la humanidad en general, sino solamente a aquellos que creen en
Mi nombre y que guardan los mandamientos de Dios, siendo éstos los verdaderos mandamientos del amor.»