Con el permiso de © Kurt Eggenstein: 'El Profeta Lorber anuncia las catástrofes venideras y la autentica cristiandad

Kurt Eggenstein

La resurrección de la carne según la enseñanza de la Iglesia Católica y según las manifestaciones de la Nueva Revelación


   Algunos pasajes difícilmente explicables del Antiguo Testamento (Libro de Daniel, 12) se han valorado en los diccionarios teológicos católicos «como primera señal, cierta» de la creencia de los hebreos en la resurrección de la carne. Las manifestaciones en clave del libro de Daniel dicen, entre otras cosas: «Y muchos (no todos) de los que duermen en la tierra, que es polvo, se despertarán; éstos para la vida eterna, aquellos para el oprobio y para la reprobación eterna. Entonces uno de ellos pregunta al hombre vestido de lino que estaba sobre las aguas del río: ¿Hasta cuándo será el fin de estas obras prodigiosas? Él dijo: '¡Anda, Daniel!. Estas cosas son secretas y selladas hasta el fin de los tiempos.» (DAN 12, 2, 6 y 2, 9).
   Hay que apuntar: Esto no es un fundamento sólido para la pronunciación de doctrinas. Marcos 12, 26-27 no da una explicación de cómo será la resurrección de la cual hablara Jesús. Pablo por lo tanto, pone la pregunta: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Y cuál será el cuerpo con el que volverán? (1 Cor 15, 35). «Se siembra un cuerpo físico, pero luego se resucita un cuerpo espiritual.» (1 Cor, 15, 44). «Pero os digo, hermanos míos: La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción poseer en herencia la incorruptibilidad.» (1 Cor 15, 50).
   Pablo tenía la idea equivocada, de que el fin del mundo ocurriría mientras él viviese, por esto escribió: ...y se ha escrito para aviso a aquellos que veremos el final de los tiempos. «El tiempo de que disponemos es breve.» (1 Cor 7, 29). «Mirad, os lo digo en secreto. No todos moriremos, pero sí todos seremos transmutados en un instante, en un pestañear de ojos al sonar la última trompeta, pues se dará la orden al son de trompetas y los muertos resucitarán incorruptos y nosotros seremos transmutados. » ( 1 Cor 15, 51-52). Como sabemos, Pablo se equivocó. No ocurrió el fin del mundo. Pero hay que notar lo que Pablo dijo de un «cuerpo espiritual». En el siglo V, san Agustín desarrolló el extraño concepto de la resurrección de la carne y de los cuerpos en el Más Allá, al igual cómo desarrolló otras doctrinas equivocadas e incomprensibles, quedando durante siglos el incontestado y dominante maestro de la Iglesia occidental. No debemos creer de ningún modo, que sólo serán espíritus, sino realmente cuerpos con carne material (Civ. Dei XIII 22-23). Con esto se puso en clara contradicción a lo expuesto por el apóstol san Pablo. Luego debió tener remordimientos, debió reflexionar sin embargo, considerando si era posible que los cuerpos materiales pesados pudiesen existir en un mundo espiritual, pero no desechó su concepto curioso, sino que intentó sobrepasar las dificultades al añadir que el espíritu vivificador en el Más Allá no admite pesadez de la carne (Civ. Dei XIII 23).
   El burdo concepto de Agustín, de una resurrección material de la carne y su entrada en el mundo de los espíritus, se proyecta a través de toda la Edad Media. El sínodo de Toledo (año 675 d.C.) declaró: «Este cuerpo, en el cual vivimos, existimos y nos movemos, resucitará». (Denz. 287).
   El papa León IX (1053) habla de la verdadera resurrección: «de la misma carne que llevo ahora». (Denz. 347), y el Concilio Laterano (1215) habla de «los mismos cuerpos que tenemos ahora».
   Desde el Concilio Vaticano II, en los diccionarios teológicos católicos se puede leer exactamente lo contrario de lo que enseñaron los maestros de la Iglesia, los papas y concilios. En el diccionario teológico de bolsillo de Herder, editado por el profesor Karl Rahmer, el año 1972, página 255 ss., se lee: «Cada vez que el Nuevo Testamento habla de la resurrección, se refiere a "la resurrección de los muertos", nunca "de la carne..."»; «por lo que concierne al concepto biblico, se ha podido aclarar después de lo dicho, que el núcleo mismo no es la idea de la restitución de los cuerpos aunque esta visión se da a través de toda la Biblia».
   Joseph Ratzinger, se expresó en los mismos términos: «Así queda aclarado que el verdadero núcleo de la creencia en la resurrección no consiste en la restitución del cuerpo, aunque hayamos reducido nuestro pensar en este hecho».
   Después de todas estas doctrinas divergentes y a veces fantásticas de los siglos pasados, ahora veremos las manifestaciones de la Nueva Revelación: «Una vez el alma esté madura, deja para siempre este cuerpo el cual se consume. Entonces da igual por quién o a través de qué causa. Lo que en el cuerpo queda de substancial (nos referimos a la explicación del término "substancial", dada anteriormente) y lo que pertenece al alma, le es restituido. Todo lo demás (la substancia en su sentido físico, el autor), se transforma en elemento para las miles de otras formas de vida». (Gr VI 53, 11).
   «El hombre, sin embargo, tiene cuerpos diferentes en diferentes épocas.» (Gr VI 54, 5). (Hay que notar que los sesenta billones de células del cuerpo humano se renuevan todas en el transcurso de siete años). No estaría de acuerdo con el orden eterno de Dios, que como Dios es espíritu puro, ya que la meta final de todos los hombres es convertirse para la eternidad en espíritu puro al igual que Dios. ¿Para qué les servirían entonces los cuerpos? Sí, los hombres tendrán cuerpos en el Más Allá, pero no con este material burdo terrenal, sino nuevos, espirituales, resultando éstos de las buenas obras cumplidas en la tierra a base de Mi enseñanza.
   Si los hechos son así, nadie puede llegar a suponer que la resurrección significa la revitalización de los cuerpos materiales. La resurrección consiste en las buenas obras que darán vida al alma para una nueva y verdadera vida, es decir, las buenas obras efectuadas por el alma para con el prójimo, en su vida material. «Así, pues, quien escucha Mi doctrina, cree en Mí y obra según Mi enseñanza, será resucitado por Mí en "su último día", o sea en el instante que el alma se separa de su cuerpo material.» (Gr VI 54, 8-I1).
   «La resurrección la debéis entender así; como las buenas obras de amor al prójimo. Éstas representarán la carne que vestirá el alma y junto con ella resucitarán a la vida eterna en un cuerpo etéreo puro, en el Día del Juicio Final espiritual-mundial, cuando se oiga el son de la trompeta de Mi doctrina. Aunque en esta tierra hubieras llevado cien veces un cuerpo material, en el Más Allá tendrás únicamente un cuerpo, solamente el cuerpo marcado.» (Gr V 238, 1).
   «Un espíritu elevado y anteriormente juzgado (los espíritus caídos junto con Lucifer, el autor), recibe la carne material del hombre, de modo que puede afrontar una nueva prueba de libertad en un mundo propio para él; así se comprende que los espíritus perfectos no necesiten un cuerpo de carne (en el Más Allá, el autor). La carne es solamente un medio, no un fin, y nunca lo será; al final todo se volverá puramente espiritual, nunca más material.» (Gr I 165, 9).
   ¿Y no quedará ni una mota de polvo de la carne, que dio cobijo al alma en esta tierra? -preguntó un discípulo a Jesús- recibiendo la siguiente contestación: «Lo que respecta a la forma exterior del alma, especialmente su revestimiento, las partículas etéreas del alma en el cuerpo material le serán unidas en pureza espiritual al alma, pero del cuerpo orgánico no quedará ni un átomo». (Gr X 9, 14-15).


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© Texto: Kurt Eggenstein; © Edición informática; © by Gerd Gutemann G. Gutemann