Algunos pasajes difícilmente explicables del Antiguo Testamento (Libro
de Daniel, 12) se han valorado en los diccionarios teológicos católicos «como primera señal, cierta» de la creencia de los hebreos en la resurrección
de la carne. Las manifestaciones en clave del libro de Daniel dicen, entre
otras cosas: «Y muchos (no todos) de los que duermen en la tierra, que
es polvo, se despertarán; éstos para la vida eterna, aquellos para el oprobio
y para la reprobación eterna. Entonces uno de ellos pregunta al hombre
vestido de lino que estaba sobre las aguas del río: ¿Hasta cuándo será el
fin de estas obras prodigiosas? Él dijo: '¡Anda, Daniel!. Estas cosas son
secretas y selladas hasta el fin de los tiempos.» (DAN 12, 2, 6 y 2, 9).
Hay que apuntar: Esto no es un fundamento sólido para la
pronunciación de doctrinas. Marcos 12, 26-27 no da una explicación de cómo será
la resurrección de la cual hablara Jesús. Pablo por lo tanto, pone la pregunta:
¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Y cuál será el cuerpo con el que
volverán? (1 Cor 15, 35). «Se siembra un cuerpo físico, pero luego se resucita
un cuerpo espiritual.» (1 Cor, 15, 44). «Pero os digo, hermanos míos: La
carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción poseer en herencia la incorruptibilidad.» (1 Cor 15, 50).
Pablo tenía la idea equivocada, de que el fin del mundo
ocurriría mientras él viviese, por esto escribió: ...y se ha escrito para aviso a aquellos que
veremos el final de los tiempos. «El tiempo de que disponemos es breve.»
(1 Cor 7, 29). «Mirad, os lo digo en secreto. No todos moriremos, pero
sí todos seremos transmutados en un instante, en un pestañear de ojos al
sonar la última trompeta, pues se dará la orden al son de trompetas y los
muertos resucitarán incorruptos y nosotros seremos transmutados. » ( 1 Cor
15, 51-52). Como sabemos, Pablo se equivocó. No ocurrió el fin del mundo. Pero hay que notar lo que Pablo dijo de un «cuerpo espiritual». En
el siglo V, san Agustín desarrolló el extraño concepto de la resurrección de
la carne y de los cuerpos en el Más Allá, al igual cómo desarrolló otras
doctrinas equivocadas e incomprensibles, quedando durante siglos el
incontestado y dominante maestro de la Iglesia occidental. No debemos creer de ningún modo, que sólo serán espíritus, sino realmente
cuerpos con carne material (Civ. Dei XIII 22-23). Con esto se puso en clara
contradicción a lo expuesto por el apóstol san Pablo. Luego debió tener
remordimientos, debió reflexionar sin embargo, considerando si era posible
que los cuerpos materiales pesados pudiesen existir en un mundo espiritual,
pero no desechó su concepto curioso, sino que intentó sobrepasar las dificultades al añadir que el espíritu vivificador en el Más Allá no admite
pesadez de la carne (Civ. Dei XIII 23).
El burdo concepto de Agustín, de una resurrección material de la carne
y su entrada en el mundo de los espíritus, se proyecta a través de toda
la Edad Media. El sínodo de Toledo (año 675 d.C.) declaró: «Este cuerpo,
en el cual vivimos, existimos y nos movemos, resucitará». (Denz. 287).
El papa León IX (1053) habla de la verdadera resurrección: «de la
misma carne que llevo ahora». (Denz. 347), y el Concilio Laterano (1215) habla de «los mismos cuerpos que tenemos ahora».
Desde el Concilio Vaticano II, en los diccionarios teológicos católicos
se puede leer exactamente lo contrario de lo que enseñaron los maestros
de la Iglesia, los papas y concilios. En el diccionario teológico de bolsillo
de Herder, editado por el profesor Karl Rahmer, el año 1972, página 255
ss., se lee: «Cada vez que el Nuevo Testamento habla de la resurrección,
se refiere a "la resurrección de los muertos", nunca "de la carne..."»; «por
lo que concierne al concepto biblico, se ha podido aclarar después de lo
dicho, que el núcleo mismo no es la idea de la restitución de los cuerpos
aunque esta visión se da a través de toda la Biblia».
Joseph Ratzinger, se expresó en los mismos términos: «Así queda
aclarado que el verdadero núcleo de la creencia en la resurrección no consiste
en la restitución del cuerpo, aunque hayamos reducido nuestro pensar en
este hecho».
Después de todas estas doctrinas divergentes y a veces fantásticas de los
siglos pasados, ahora veremos las manifestaciones de la Nueva Revelación:
«Una vez el alma esté madura, deja para siempre este cuerpo el cual se consume. Entonces da igual por quién o a través de qué causa. Lo que en el cuerpo
queda de substancial (nos referimos a la explicación del término
"substancial", dada anteriormente) y lo que pertenece al alma, le es restituido. Todo
lo demás (la substancia en su sentido físico, el autor), se transforma en elemento para las miles de otras formas de vida». (Gr VI 53, 11).
«El hombre, sin embargo, tiene cuerpos diferentes en diferentes
épocas.» (Gr VI 54, 5). (Hay que notar que los sesenta billones de células del
cuerpo humano se renuevan todas en el transcurso de siete años). No estaría de acuerdo con el orden eterno de Dios, que como Dios es espíritu puro,
ya que la meta final de todos los hombres es convertirse para la eternidad
en espíritu puro al igual que Dios. ¿Para qué les servirían entonces los
cuerpos? Sí, los hombres tendrán cuerpos en el Más Allá, pero no con este material burdo terrenal, sino nuevos, espirituales, resultando éstos de las
buenas obras cumplidas en la tierra a base de Mi enseñanza.
Si los hechos son así, nadie puede llegar a suponer que la resurrección
significa la revitalización de los cuerpos materiales. La resurrección consiste
en las buenas obras que darán vida al alma para una nueva y verdadera
vida, es decir, las buenas obras efectuadas por el alma para con el prójimo,
en su vida material. «Así, pues, quien escucha Mi doctrina, cree en Mí y
obra según Mi enseñanza, será resucitado por Mí en "su último día", o
sea en el instante que el alma se separa de su cuerpo material.» (Gr VI
54, 8-I1).
«La resurrección la debéis entender así; como las buenas obras de amor
al prójimo. Éstas representarán la carne que vestirá el alma y junto con
ella resucitarán a la vida eterna en un cuerpo etéreo puro, en el Día del
Juicio Final espiritual-mundial, cuando se oiga el son de la trompeta de
Mi doctrina. Aunque en esta tierra hubieras llevado cien veces un cuerpo
material, en el Más Allá tendrás únicamente un cuerpo, solamente el cuerpo
marcado.» (Gr V 238, 1).
«Un espíritu elevado y anteriormente juzgado (los espíritus caídos junto
con Lucifer, el autor), recibe la carne material del hombre, de modo que
puede afrontar una nueva prueba de libertad en un mundo propio para él;
así se comprende que los espíritus perfectos no necesiten un cuerpo de carne
(en el Más Allá, el autor). La carne es solamente un medio, no un fin,
y nunca lo será; al final todo se volverá puramente espiritual, nunca más
material.» (Gr I 165, 9).
¿Y no quedará ni una mota de polvo de la carne, que dio cobijo al
alma en esta tierra? -preguntó un discípulo a Jesús- recibiendo la siguiente
contestación: «Lo que respecta a la forma exterior del alma, especialmente
su revestimiento, las partículas etéreas del alma en el cuerpo material le serán unidas en pureza espiritual al alma, pero del cuerpo orgánico no
quedará ni un átomo». (Gr X 9, 14-15).